domingo, 12 de enero de 2014

La primera vez en bicicleta

Aprender a ir en bicicleta es de esas cosas que solemos recordar con emoción y que parece que es algo para toda la vida. No en vano se nos dice en múltiples ocasiones, "es como ir en bicicleta" queriendo decir que una vez que aprendemos, la cosa ya no se olvida más. Lo cierto es que no sé que habrá pasado por la cabeza y en la emociones de Izan hoy cuando ha dado por primera vez a los pedales. No sé si para él ha sido memorable (o si lo será), ni si ha sido más o menos emocionante y divertido que cuando aprendió a hacer funcionar el patinete, o la moto de dos ruedas que arrastramos desde que tiene poco más de un año y que finalmente parece ser su objeto de paseo favorito. Pero sí que ha sido para mí muy estimulante ver cómo por fin se atrevía a coger la bicicleta y conseguía, en apenas cinco minutos, dar sus primeras pedaleadas.




Pol en patinete (c) Celia Ramón Wyser
Es curioso, porque en general mis mellizos son bastante lanzados para todo. Trepan, saltan, corren, se arrastran, sin piedad y sin miedo alguno. Se caen, se vuelven a levantar, se vuelven a caer, se vuelven a levantar. Y siempre igual. Avanzando y aprendiendo sin que el miedo ni la vergüenza ni las dudas -esas cualidades tan adultas- les inmovilice. Bien es cierto que Pol es más camikaze que Izan que siempre va con algo más de prudencia, probando poco a poco en una escala progresiva de supuesta peligrosidad mientras que su hermano va directamente a la cúspide de "lo imposible". Me recuerdan un poco a mis hermanas Raquel y Tanit. Pero los dos se atreven. Y eso me produce cierta envidia y mucha admiración. 

Sin embargo, las bicicletas que los Reyes Magos trajeron el año pasado llevan exactamente doce meses cogiendo polvo en el desván de las bicis del edificio. No había manera. Preferían la moto, Izan, y el patinete Pol. Cualquier cosa antes que coger esas hermosas bicis "Ferrari" a lo Rayo Mc Queen con banderola y timbre incluido. Ni modo de hacerles pedalear, como mucho se dejaban arrastrar con desgana algunos metros hasta que sus sufridos padres desistíamos en el intento cuando las lumbares ya estaban quejosas. No era demasiado agradable y ellos tampoco se dejaban aconsejar nada. Su frase favorita en esa situación era no me lo expliques!", con los morros bien salidos, los brazos en cruz, la mirada enfurruñada y la barbilla tocando el pecho. Supongo que les debía parecer demasiado difícil. En fin, lástima. Tampoco insistíamos demasiado, cada niño tiene su propio ritmo y por poco que podemos intentamos respetarlo. Se trata de pasarlo bien. 

Pero no negaré que hoy nos ha dado mucha ilusión ver cómo por fin Izan se arrancaba con la bicicleta. El momento ha llegado por fin. Ahora falta que Pol desista de su "no me lo expliques". Otro día será. Que como decíamos, cada niño, cada gemelo y cada mellizo, a su ritmo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

MIS ENTRADAS MÁS POPULARES